Apenas unos días atrás leí esta entrada en un blog
maravilloso que sigo porque en él participa mi amada Zooey Deschanel
"the end of the love letter" acerca del fin de las cartas de amor.
He intentado no escribir acerca de la vida, del amor y esas
cosas. Lo he intentado firmemente, evadir esos corazones que pululan sobre mí
en cada instante, pero me es imposible. He intentando auto-disciplinarme, no
dejar que broten de mí las palabras guiadas por el corazón… pero es agotador
intentar ser alguien que no eres.
Vivo enamorada del amor. Es el motor de mi mundo. Y si
hiciera un esfuerzo mayor del que he intentado en otras ocasiones, de eliminar
esa parte de mí y centrarme en otras realidades, la catástrofe estaría
asegurada. Podría vivir sin muchísimas cosas a las que me he acostumbrado y
realmente no son necesarias, pero es seguro que sí me quitaran el amor de mi
vida, no el tenerlo sino el fantasear o soñar despierta o imaginar acerca de
él… moriría de pena.
No importa que me quitaran el leer o el escribir, pese a su
vitalidad en mi vida. Me causarían una muerte lenta y dolorosa, pero la agonía
estaría asegurada si me quitaran mi imaginación y mis deseos, mis sueños y mi
alma, mis historias y mis anhelos… en resumen, sería agónico que eliminaran ese
amor. El amor propiamente dicho. El AMOR con mayúsculas.
Me niego categóricamente a admitir que las cartas de amor
han llegado a su fin. Sí es cierto que debido a mi caos al escribir he pasado
al formato digital, tan sólo aquí. En este reducto, esta cueva de paz y
desahogo, en mi blog, en mi no libreta de papel. Sigo teniendo mi escritorio
lleno de útiles de escribir y retazos de papel, de mil colores, formas y
procedencias, no siempre lógicas como es la carta de un tren de mi último viaje
a Alicante. También tengo tropecientas aplicaciones en mi celular (me encanta
cómo suena cuando lo dicen los latinos)
que me permiten anotar ideas propias o escuchadas, una galería que tiene más
capturas de pantallas que fotos desde mi fantástica cámara móvil, y un email
lleno de reflexiones.
Pero de lo que nunca nunca nunca jamás me despediré, por
muchísimas facilidades que nos permita la tecnología es de dejar de lado mis
libretas. Suena a #postureo puro y duro pero mi padre me regala las Moleskine y
las Montblanc. No hay nada como el rasgado de una pluma sobre ese papel
amarillento y duro, que no traspasa.
Del mismo modo que una libreta es parte de mi, cuándo estoy
enamorada o cuándo estoy en la lejanía sigo empleando las cartas de amor. Bien
se trate de una declaración de intenciones con destino el corazón de mi amante
o felicitar el cumpleaños de alguien especial.
Apostemos por las cartas de amor, por ese nerviosismo que tienes en el estómago y que te recorre todo el cuerpo cuando entregas una carta de amor, cuando esperas ansioso la respuesta, cuando te brindan el placer de leer una carta de amor, cuando lloras sobre una carta de amor, cuando las guardas en una caja de los sentidos, cuando las relees infinitas veces, cuando son una declaración de intenciones, cuando dejas que viaje en ellas una parte de tu alma... cuando esas cartas de amor te recuerdan que es fantástico el amor, sus consecuencias, su magia, la ilusión, las risas nerviosas, las mariposas en el estómago y ...
Las cartas de amor son eso, un billete a un mundo maravilloso en peligro de extinción. Y mientras siga siendo María, seguiré regalando billetes al País de Nunca Jamás <3 dónde existe el polvo de hadas y se puede volar.