Más aún si son inesperados, que te obligan a cambiar tus planes y a reorganizar la noche. Te llevan de cabeza pero cuando ves a esa persona sabes que ha merecido la pena. Las risas, la buena compañía, la complicidad, la conversación intensa y sincera, sentir que fue ayer cuando os visteis y lleváis 4 meses de ausencia, no querer que avance el tiempo, saber que una larga noche no es tiempo suficiente...
Esos momentos merecen tanto la pena. Porque aunque son primeras veces también son típicas veces. Son primeras veces porque ambos habéis crecido, habéis tenido experiencias vitales, habéis sentido, habéis disfrutado, habéis sufrido ... y eso se ve reflejado. Ambos habéis cambiado y no os enfrentáis del mismo modo a la situación que parece idéntica. Cada día es único y maravilloso, mañana no ha llegado, por ello cada día es una primera vez. Nada se repite. Pero al mismo tiempo es una típica vez, porque sabes a ciencia cierta lo que te vas a encontrar, la autenticidad de lo que vas a vivir. Y ese sentimiento da paz y sosiego; convierte en típica una situación. Te transmite seguridad para enfrentarte a esa primera pero típica vez.
Con este reencuentro he vuelto a encontrar lo que necesito. Eso me hace sumamente feliz.