martes, 28 de mayo de 2013

La Noche de los Solitarios, otra vez


La Noche de los Solitarios ha vuelto a venir a mi. Bueno más bien he ido yo en su busca. Cómo haya llegado a ella no es relevante, sabía que estaban por llegar. 

Ha sido tal y cómo esperaba, tan maravillosa y fantástica (aunque hice doblete en 6 días) que he rellenado el recuerdo hasta la próxima vez. 

Recuerdo haber escrito estas palabras: 

"Adoraba el momento de saborear en la puerta la última calada antes de empezar la noche propiamente dicha, que había empezado con un paseo en soledad un rato antes. Adoraba ese momento porque era lo último que sabía con certeza, nunca sabía que me iba a deparar la noche, nunca sabía que hora iba a marcar mi reloj al empezar a soñar, nunca sabía cuantas caras conocidas vería en esa ciudad que poco a poco estaba haciendo mía, nunca sabía el número exacto de sonrisas que iban a esbozar para mí, nunca sabía las carcajadas que me esperaban, nunca sabía cuantos abrazos me iba a dar antes de darme el primer beso de la noche… y como sucedió al final nunca supe si esa noche era la última o la primera de una larga separación.

Echo en falta esas noches. Pronto están por llegar.
Añoro esa rutina desordenada junto a ti."

Realmente fue así, como siempre una calada marcaba el inicio de esa noche. No supe que iba a acabar riendo a más no poder, sintiéndome como en casa, robándome un beso y llevando su pijama. Y por no variar la rutina desordenada, sigo sin saber si la segunda noche fue la última o la primera de la segunda separación. 

He aprendido que lo único que no me gusta de La Noche de los Solitarios, actual, es la despedida. Más bien me duele. Duele dar el último beso y decir adiós con la mano, no con el corazón. Duele saber que has de atesorar los recuerdos de estas noches hasta que sean recargados y nunca sabrás, hasta el preciso instante en el cual des la última calada otra vez, cuanto han de durarte. 

Duele, porque añoras. 

Pero también te alegras. Porque sabes que se repetirán. Cómo siempre son, sorprendentes; noches que no sé lo que me van a deparar. 

Y si me siguen deparando esas sonrisas y alegrías, esas carcajadas y conversaciones, esa compañía... mi amor por ellas seguirá creciendo. 

Y no podré pedirle nada más a la vida. Ni tan siquiera que aumente su frecuencia.