El
tiempo de calidad es algo único y poco habitual. Se trata de un tiempo
excelente, con unas cualidades inherentes a él que permiten juzgarlo de tal
modo.
El
tiempo de calidad es, en jerarquía de tiempos, el superior. Al que aspiras. El
tiempo que querrías en cada instante de tu preciosa y corta vida. Es ese tiempo
que te indica que estás viviendo y no existiendo. Dónde las vivencias calan
hondo y las personas importan sobremanera. El tiempo de calidad es aquel que
arranca sonrisas, eriza el vello, libera el dolor y genera felicidad.
No
todo el tiempo que disfrutamos es un tiempo de calidad. Quizá por el modo de
vida occidental, quizá por las ansias que tenemos de conseguir a toda costa
nuestras metas, quizá porque no sabemos identificar los momentos que preceden
al tiempo de calidad o las personas que nos proporcionan ese placer. Quizá
simplemente porque es algo mágico, te transporta a un universo paralelo dónde
tan sólo importa lo que haces. Es el tiempo que pasas cuando te invade esa
sensación de saber exactamente en el momento en el que estás y eres plenamente
consciente de lo que estás haciendo. Quizá por eso, por ser un tiempo mágico, no
podemos disfrutar de él a nuestro antojo y hemos de esperar a que el tiempo
común evolucione a tiempo de calidad.
La
equivalencia, en mi vida, sería tiempo
de calidad = placer y por supuesto cuando aparecen los placeres ni por un
instante se me ocurre no disfrutarlos.
Por
tanto debería hilar los pensamientos con razonamientos y proclamar que
cualquier cosa que para mí sea un placer me proporciona un tiempo de calidad
mientras lo disfruto. Y realmente es así.
Me esfuerzo en identificar los placeres; aquellos que están desde siempre
cómo son el escribir, el leer, el dormir, el escuchar música, el cocinar, el
pasear bajo la lluvia, el abrazar a mi familia en el sofá, el cotillear con mis
hermanos, el ver crecer a mi sobrino… hacen mi día a día feliz y maravilloso.
Pero el día es espectacular cuando aparece un placer inesperado, cuando
descubres a una persona que desde la vez primera te ve cómo te ves tu misma, le
transmites tus ganas de vivir, tu alegría y tu ilusión, no te sobrevalora ni te
subestima, simplemente te ve a ti… y es mutuo, recíproco. La comodidad es una
máxima en la relación, las sonrisas son respuestas a las miradas, la
conversación fluye, existe conexión…has conocido a alguien que merece la pena.
Y ha llegado en forma de placer inesperado.
El
tiempo de calidad requiere parar la vida, dejar apartado el frenetismo un
instante y gozar esa sensación.