sábado, 27 de abril de 2013

La Noche de los Solitarios


Nunca he sido una persona de costumbres ni de rutinas autoimpuestas. Tan sólo cuando era estrictamente necesario para mi supervivencia adoptaba un modo de vida pautado, guiado, organizado. Si no… adoro la improvisación, la espontaneidad, los instantes mágicos, el no planificar.

Sin yo buscarlo, me encontré teniendo una rutina en mi vida que incluía soledad, lluvia tras la cena, compañía, conversaciones mágicas, risas, sentirme en casa, paseos en la noche, besos robados, sexo, acabar el día con un beso de buenas noches, dormir acompañada y empezar el día con un beso de buenos días.

Me encantaba.

Lo añoro. Cómo añoro otras tantas cosas que me hacían y su recuerdo me hace sonreír. (Pero ese es otro tema)

Muchas veces no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Quizá es un poco prepotente, pero me siento orgullosa de darle la importancia que merecen a las personas que comparten mi vida [su vida conmigo].

Por ello, apretaba bien fuerte los ojos esperando que se cumplieran mis deseos, que las noches de los solitarios no acabasen nunca, que pudiera seguir empapándome de vivencias y experiencias, de risas y de alegría, de curiosidades y de anécdotas. Deseaba seguir sintiendo cerca mía esas vibraciones que me mantenían tan viva, que permitían ser yo en mi máximo esplendor.

Adoraba el momento de saborear en la puerta la última calada antes de empezar la noche propiamente dicha, que había empezado con un paseo en soledad un rato antes. Adoraba ese momento porque era lo último que sabía con certeza, nunca sabía que me iba a deparar la noche, nunca sabía que hora iba a marcar mi reloj al empezar a soñar, nunca sabía cuantas caras conocidas vería en esa ciudad que poco a poco estaba haciendo mía, nunca sabía el número exacto de sonrisas que iban a esbozar para mí, nunca sabía las carcajadas que me esperaban, nunca sabía cuantos abrazos me iba a dar antes de darme el primer beso de la noche… y como sucedió al final nunca supe si esa noche era la última o la primera de una larga separación.

Echo en falta esas noches. Pronto están por llegar. 

Añoro esa rutina desordenada junto a ti.