Nunca he sido una persona de costumbres ni de rutinas
autoimpuestas. Tan sólo cuando era estrictamente necesario para mi
supervivencia adoptaba un modo de vida pautado, guiado, organizado. Si no…
adoro la improvisación, la espontaneidad, los instantes mágicos, el no
planificar.
Sin yo buscarlo, me encontré teniendo una rutina en mi vida
que incluía soledad, lluvia tras la cena, compañía, conversaciones mágicas,
risas, sentirme en casa, paseos en la noche, besos robados, sexo, acabar el día con un beso de
buenas noches, dormir acompañada y empezar el día con un beso de buenos días.
Me encantaba.
Lo añoro. Cómo añoro otras tantas cosas que me hacían y su
recuerdo me hace sonreír. (Pero ese es otro tema)
Muchas veces no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Quizá es un poco prepotente, pero me siento orgullosa de darle la importancia
que merecen a las personas que comparten mi vida [su vida conmigo].
Por ello, apretaba bien fuerte los ojos esperando que se
cumplieran mis deseos, que las noches de los solitarios no acabasen nunca, que
pudiera seguir empapándome de vivencias y experiencias, de risas y de alegría,
de curiosidades y de anécdotas. Deseaba seguir sintiendo cerca mía esas
vibraciones que me mantenían tan viva, que permitían ser yo en mi máximo esplendor.
Adoraba el momento de saborear en la puerta la última calada antes de
empezar la noche propiamente dicha, que había empezado con un paseo en soledad
un rato antes. Adoraba ese momento porque era lo último que sabía con certeza,
nunca sabía que me iba a deparar la noche, nunca sabía que hora iba a marcar mi
reloj al empezar a soñar, nunca sabía cuantas caras conocidas vería en esa
ciudad que poco a poco estaba haciendo mía, nunca sabía el número exacto de
sonrisas que iban a esbozar para mí, nunca sabía las carcajadas que me
esperaban, nunca sabía cuantos abrazos me iba a dar antes de darme el primer
beso de la noche… y como sucedió al final nunca supe si esa noche era la última
o la primera de una larga separación.
Echo en falta esas noches. Pronto están por llegar.
Añoro esa rutina desordenada junto a ti.