Sé lo que debo hacer. Es hora de volver a casa. Pero aún así las dudas me asolan, me invaden y me entristecen.
He encontrado, y no puedo decir nos hemos encontrado porque tienes puesta una barrera y quizá ahora mismo una coraza de mil capas, a un hombre con quien me divierto, puedo hablar, disfruto, soy feliz, me da ilusión y alegría. He encontrado a un hombre bueno, dulce, diferente en cada instante pero siempre constante, con magnetismo, bondad, prudencia, realismo, nobleza, inteligencia...
Pero estás acorazado, desde el minuto uno no te has entregado. Has estado distante y el motivo lo descubrí ayer: nunca has sabido que iba a pasar con mi destino.
Y desde aquí, porque desde otro lugar no me hallo con las fuerzas necesarias, te digo que no ha sido un juego ni una experiencia más. Ha sido algo real. Que yo he sentido de verdad. Contabas para alguien más que para ti mismo, contabas para mi. Y decidí apostar por nuestra relación, pese a que existiría lejanía, dolor, desconocimiento.
Puedes levantar todos los muros que quieras a lo largo de tu vida, o quizá puedes dejar de aislarte tras esos muros y vivir la vida a base de derrumbarlos o saltarlos. Sé que hay muros que los has puesto ahí porque lo que hay detrás sería demasiado peligroso, porque significaría cruzar a lo desconocido o porque quieres aislarte de lo que se encuentra detrás. Pero si he de decirte que sí al final te aventuras a cruzarlos, a derrumbarlos o a dejar de levantarlos, lo que te espera al otro lado será fantástico.
Y aún me queda esperanza. Esperanza porque sólo puedo ganar en esta situación, esperanza en que tal vez si te demuestro que estoy ahí de verdad te dejes llevar sin miedo. Me queda la esperanza de que entiendas que no he jugado ni con tus sentimientos ni con los míos; no te esperaba, llegaste a mi vida y me has encantado.
Me arrollaste. Entraste en mi vida y la invadiste de buenas vibraciones. Permitiste que te contagiara mi alegría, mi ilusión, mis ganas de vivir. Conseguí que por una vez a alguien le llegaran esos sentimientos que cada día intento transmitir. Y eso me hizo feliz. Puso la guinda al pastel. Conseguiste que mi experiencia en Oviedo tuviera un final mucho más que feliz.
Y aunque haya llorado, no he llorado de tristeza ni de pena. He llorado con rabia. Rabia por tus barreras y tu coraza, rabia porque no te hayas dejado llevar y hayas estado siempre pendiente de ser prudente, de ser distante, de vivir una experiencia más con disfrute (y no es una experiencia, es la vida en sí). Rabia porque tus heridas no son superficiales y no sé si han cicatrizado.
Porque si he conseguido que seas algo más feliz, si he conseguido que mi compañía fuera un placer y te sintieras que merecía la pena... Tu distancia sólo hace que dolerme. Porque no te has dejado completar, no has dejado que un sentimiento maravilloso invadiera tu corazón, o si lo ha hecho no te has permitido reconocerlo y mostrarlo. Pese a que yo sabía que el tiempo era lo único que nos faltaba. Y es lo único que no se puede comprar.
Tantas relaciones que se rompen por falta de sentimientos. Y cuando los hay se acaban por otros impedimentos como la distancia o los diferentes lugares de residencia. Y eso me da rabia.
Me da rabia. Y no puedo hacer nada más que dejar que salga de manera equilibrada: llorando. Canalizándola hacia nuevas esperanzas y deseos. Creyendo que quizá algún día sea el momento y el lugar. Que quizá el Destino me guarda una solución que está por venir. Sabiendo que no hay soluciones ni respuestas sencillas, pero sabiendo que sólo queda respirar y esperar a que se calme.
Aún así, aunque aún crea que existe esperanza. Ésta puede tener un fin.
Incluso cuando la esperanza da paso a la realidad y tenemos que rendirnos, sólo significa que hemos perdido la batalla de hoy, pero no la de mañana. Y no olvidemos que ocurre algo con la derrota; si te dejas rendir de verdad, olvidas por qué estabas luchando antes.
Y no puedo olvidar nunca por lo que he luchado antes, lo que lucho ahora y lo que lucharé luego. Lucho por ser feliz. Lucho por mí. Lucho por mis anhelos, mis deseos y mi vida.
Por ello, tomes la decisión que tomes, sea una batalla ganada o una batalla perdida, ni perderé la guerra, ni abandonaré mi lucha.
Si quieres vivir conmigo esto, tan sólo puedo prometerte autenticidad, una relación no convencional decidida entre ambos, sin compromisos de por medio viendo que va pasando.
Si no quieres vivir esto conmigo... Me dará pena, me pondré una tirita y no me rendiré.