viernes, 29 de marzo de 2013

Despedida


Al final conseguí que habláramos, aunque haya sido a tu manera. Aunque hayas pautado tú los límites de la conversación. Al menos hemos hablado.

Y me alegra, me alegra recordar que, al menos en ese instante, mientras me abrazabas muy fuerte me susurraras al oído que no querías que me fuera con otro nunca, que me querías sólo para ti. Que me echarás de menos y me lo dirás. Que me pedirás cuando lo necesites que nos veamos.

Y recuerdo con una sonrisa en mis labios cómo te contaba que estaba feliz de que nuestra relación no fuera convencional, y que por ello todo podía pasar. Sin prisas, sin compromisos, sin pausas. Y asentías.

Pero lo que más me ha gustado de hoy ha sido parecido a lo que me gusta siempre, que cuando estamos a punto de dormir me abraces, fuerte y dulce. Hoy has dejado que te protegiera yo, que te cuidara; coger mis manos y hacer que te abrazara, entrelazar tus dedos con los míos, besarte el cuello y acariciarte...

El clímax no ha llegado ahí, ha llegado cuando te he dicho que bajaría a darte un beso de despedida. Y tu respuesta ha sido, pero ¿te veré más veces?. Ha sido energizante. Ha sido perfecto.

Esto no es una despedida. Ni es un hasta luego. No voy a esperar a que sea el Destino el que nos vuelva a juntar. Lo que va a suceder es que iremos calmados, viviendo cada día e intentando ser feliz ese día.

Lo que importa es ser feliz hoy. Mañana no ha llegado.