Me duele. Y mucho.
Me duele saber que mi mejor amigo nunca más estará a mi lado. Se marchó hace casi 18 meses. Y nunca más lo voy a recuperar.
Lo echo tantísimo de menos que sé que el dolor no desaparecerá. Simplemente llegará un día en el cual habré aprendido a sobrellevarlo. Las lágrimas no me invadirán en cada instante. Será capaz de ver películas y no imaginarme que él es el que va a estar a mi lado, sujetándome la mano, dándome chuches y riendo conmigo.
Echo en falta reírme y hablar hasta el infinito. Echo de menos su voz. Sus manos nunca más me volverán a acariciar ni a tomar las mías. Echo de menos sus abrazos y volar a sus brazos como una loca cuando nos veíamos.
Lamento que el tiempo que no hemos pasado juntos es un tiempo perdido de mi vida. Y que seguiré perdiendo parte de mi vida porque no soy capaz de vivir plenamente. Intento rellenar el hueco que dejó con cualquier sentimiento y vivencia. Pero sé que estoy mal de nuevo porque no soy capaz de leer. Y en breve intuyo que volveré a dejar de escribir. Cada vez me cuesta más sentarme a ello.
Echo de menos ser su copiloto. Las broncas contínuas que recaían sobre mí por no saber conducir. El hecho de que no era capaz de organizar los cables del móvil y siempre terminaba desconectándose el Spotify en nuestros viajes. Echo de menos tomar fotos y al llegar a casa ponerle una fecha a esa carpeta y saber que mis recuerdos no estaban sólo en dos corazones, también estaban en imágenes.
No puedo soportar la idea de que no puedo cuidarle ni nunca más lo podré hacer.
Era también el amor de mi vida. Y se ha ido para siempre.
Pero lo peor de todo es que fue mi mejor amigo el que se fue. El que dejó de confiar en mi. El que me dejó de amar como amiga.
Y es el hombre el que no ha dejado de amarme; el que tantos meses después me repitió que el amor nunca era suficiente. Y que por ello no quería verme.
Dolor es poco.
Igual que ágape definiría el amor que siento. Necesito encontrar un sentimiento que defina mi dolor hacia esta situación.
Siempre intento superar el día malo con esta reflexión. Él es quien es porque te conoció a ti. La materia prima por supuesto que estaba desde el principio. Pero fuiste tu María, con tu apoyo, con tu amor, con tu paciencia, esmero y ahínco, con tu amistad y tu fuerza la que lograste que Iván despegara y se encontrara con ese futuro tan maravilloso y prometedor que sabías en tu alma y corazón que le estaba aguardando.
Intento que el hecho de que su triunfo es TU TRIUNFO como compañera, como amiga, como amante, como pareja, sea lo que me lleve hacia delante. El impulso que necesito para saber que soy capaz de eso y mucho más. Que quizás he venido al mundo a despertar a las personas de su letargo. Aunque luego se desprendan de mi y me dejen con el corazón tan roto que ni tan siquiera uno nuevo es la solución.
Y seguiré luchando. Como llevo haciendo desde siempre. Aunque para mi misma luche a un ritmo menor.
Y no me cabe duda, en su alma está y estará siempre presente "su pequeña".
Infinito Siempre.